¿Qué te preocupa? ¿Adelgazar?


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Comer es algo que va más allá de nutrirse. Es disfrute, es goce, es la manera más placentera de socializarnos entre nosotros, nuestra familia y amigos, es cultura... y todo eso, también es salud. Prácticamente todo lo que hacemos es en torno a una mesa con comida. Desde hace ya algunos años, se sabe de la importancia que tiene nuestra alimentación diaria en nuestra salud. Por ello, la nutrición humana y la dietética son una de las ramas de la ciencia que más está avanzando en el campo de la investigación, y cada día descubrimos algo que nos hace darnos cuenta de lo realmente ignorantes que somos, porque aunque sabemos algunas cosas, aun nos queda mucho por descubrir.

 

Situación actual. ¿Por qué estamos así?

 

Pese a que se han llevado a cabo varias estrategias, planes y guías alimentarias (véanse la estrategia NAOS, el plan PERSEOel plan HAVISA o la pirámide alimentaria) para la prevención de las distintas enfermedades crónicas no transmisibles (hipertensiónenfermedades cardiovascularessobrepeso y obesidad...) que pueden relacionarse con nuestros hábitos de vida y nuestros hábitos alimentarios, a día de hoy es cuando más las estamos padeciendo. Tanto es así, que nuestro país es el que lidera la cabeza de países con sobrepeso y obesidad infantil (véase imagen adjunta 1, abajo), con un porcentaje bastante preocupante. Niños obesos que, muy probablemente también lo sean en la edad adulta.

Cuando miramos a la población adulta las cifras de problemas relacionados con el sobrepeso y la obesidad también son sobrecogedoras. Pero además, este problema de salud suele darse de forma conjunta con otra serie de patologías adyacentes que ya hemos comentado anteriormente, como pueden ser las dislipemias, las enfermedades cardiovasculares o la hipertensión, habiéndose incluso establecido ésta última como la principal causa de muerte.

¿Cómo es posible que estemos en esta situación si "se ha estado trabajando" en estrategias y planes de prevención contra este tipo de enfermedades? Es sencillo. No han sido eficaces, y no se han tomado las medidas suficientes para abordar la raíz del verdadero problema. Cuando:

→ Estamos ante un sistema de salud pública en el que los profesionales cualificados (Dietistas-Nutricionistas) no están en su servicio de atención primaria

→ Las políticas vigentes permiten que un aguacate cueste más que un paquete de 18 croissants y que la oferta alimentaria y el entorno sean desfavorables. Que la publicidad de productos malsanos y superfluos esté principalmente orientada y dirigida a nuestros pequeños

→ La legislación alimentaria es capaz de permitir que se hagan alegaciones o "claims" de salud en productos insanos por el simple hecho de llevar una vitamina adicionada. Esto nos confunde a la hora de adquirir un alimento, y salen ganando las empresas y perdiendo nuestra salud

→ Distintas sociedades/entidades médicas se venden, hacen convenios y avalan productos ultraprocesados y de mala calidad

→ Se perpetuan las mismas bases dietéticas/ideas/dogmas que nos han llevado a la situación que ahora mismo nos toca vivir con recelo

→ Nos culpamos a nosotros mismos como responsables de la enfermedad que padecemos, por desarrollar comporamientos o hábitos de vida alejados de ser saludables en un entorno que hemos construido para enfermar. En vez de reaccionar haciendo un ejercicio de autocrítica y reflexionar sobre qué y cómo se están haciendo las cosas

→ No se invierte en prevención (mientras estamos enfermando y generando unos costes sanitarios abismales), y sí en elaborar estrategias ineficaces en las que colaboran distintas empresas de la industria alimentaria, que siempre buscan el beneficio propio y no piensan en la salud de la población que va a adquirir su productos

→ Al que reivindica un cambio e invita al pensamiento crítico, al debate y al aporte de opiniones que pueden generar conocimiento útil, se le tacha de talibán, revolucionario, rebelde, anti-sistema o facha. Parece que nos gusta estar enfermos.

 

(Imagen adjunta 1) Fuente

 

Podría seguir, pero el objetivo no es reivindicar aquí mis opiniones (que son solo eso, opiniones, que ojalá algún día puedan cambiar de apellido). Cuando tenemos tantos puntos flacos no nos podemos extrañar de los resultados. Estamos enfermos, y no nos estamos muriendo, nos estamos matando.

 

El peso. ¿Lo es todo?

 

¿Nos preocupa el exceso de peso que podamos tener? Debería, desde luego. Pero eso es solo una de las cosas que tendríamos que tener en consideración. Probablemente nuestro exceso de peso no se deba únicamente a lo que comemos, seguramente haya muchos otros factores implicados en nuestros hábitos de vida que repercutan en el peso, y por tanto en nuestra salud. ¿Entonces el peso no lo es todo? No. Me remito a lo que mi compañero, Luis Cabañas, comparte en este post, en el que dice: "No. Lo importante es lo que lo rodea, pero es un buen inicio del camino (saber dónde se está y dónde se estaba). No importa el peso, sino saber de qué está hecho, igual que importa también qué, dónde y con quién comes".

Hemos llegado al extremo en el que nuestro estado de salud está comprometido por una serie de enfermedades o patologías que son, en gran medida, muy predecibles y se pueden prevenir, y que se ven favorecidas por los hábitos de vida que desarrollamos en nuestro día a día. Fumamos, bebemos alcohol, somos sedentarios, abusamos de los productos ultraprocesados y no incluimos lo suficiente aquellos grupos de alimentos (frutas, verduras, horatalizas, legumbres, frutos secos) que sí nos pueden ayudar a prevenir todo este tipo de enfermedades. Todo esto puede llevarnos a barajar dos posibilidades: o no somos conscientes de cómo nuestro comportamiento (actividad física, exposición solar, descanso, alimentación...) influye sobre nuestra salud, o sí que somos conscientes, pero no le otorgamos la importancia que debiéramos.

El peso es sólo una cifra, que nos dicen que intentemos mantener con nutrientes en forma de porcentajes (más cifras), cuando no comemos números, comemos alimentos. Uno de los tantos errores que nos ha llevado hasta donde estamos. Importa, claro que importa. Pero a veces intentamos perderlo a toda costa, de cualquier forma y sin tener en cuenta la repercusión que eso puede tener en nuestra salud a largo plazo. Por eso, es mucho más importante centrar todos nuestros esfuerzos en concatenar unos hábitos de vida saludables, y no en limitarnos únicamente al peso.

 

¿Cómo podemos mejorar nuestro estilo de vida?

 

Lo difícil sería empeorarlo aun más. Cambios en nuestra conducta habitual tan simples como el hecho de salir a pasear por la mañana, frecuentar más el mercado, comprar más fruta, más verduras, más hortalizas y menos productos ultraprocesados, evitar los refrescos, las carnes procesadas, los dulces/galletas/bollería y el alcohol, descansar lo suficiente, no fumar, tener tiempo de ocio y disfrutar de nuestra familia y amigos... Cosas tan cotidianas y sencillas, que pecamos de no cumplirlas. Y sí, se puede.

De hecho, empezar a cambiar nuestros hábitos alimentarios es mucho más sencillo de lo que nos pensamos. Empecemos por cambiar nuestro entorno. Algo tan sencillo como tener un frutero lleno de fruta fresca, local y de temporada en casa, o un tarro de cristal con frutos secos variados (nueces, avellanas, almendras...), son actos que nos pueden ayudar muchísimo a la hora de empezar un cambio de hábitos, puesto que hacen la labor una rutina mucho más amena y fácil de adquirir y llevar, que es a fin de cuentas lo que nos interesa. Inculcar buenos hábitos que desplacen a los que antes teníamos.

 

Resultado de imagen de frutero Fuente

 

Por consiguiente y de la misma forma, evitar tener productos ultraprocesados y superfluos en casa nos puede ayudar a ir disminuyendo la frecuencia de consumo de este tipo de productos, que  utilizan una serie de materias primas muy refinadas y de mala calidad y que hacen que, desde el punto de vista nutricional, no sean para nada interesantes. Siempre tenemos que pensar a este grupo de alimentos (carnes procesadas, dulces, refrescos, alcohol...) como opciones muy puntuales, que se relegan a momentos muy concretos, y que no pueden suponer una constante en nuestra dieta habitual. No pueden integrarse en una dieta saludable, pese a que nos hayan hecho creer que lo importante es llevar una "dieta equilibrada en la que hay que comer de todo". 

 

Tu puedes cambiar las cosas, si es que quieres.

 

Por supuesto que puedes. Cuando vamos al súper y compramos, estamos de alguna manera "votando" por que ese producto en concreto, se siga comercializando. Es decir, como consumidores tenemos la responsabilidad de ejercer con un criterio acorde a nuestras prioridades (principios éticos, salud, religión...) un voto de consumo. Si seguimos el modelo de compra habitual de una vivienda española... ¿qué pensáis que estamos apoyando? Sería una hipocresía apoyar un cambio cuando en realidad perpetuamos un modelo de consumo diferente a lo que exigimos. Seamos críticos, pero también coherentes. Tenemos una responsabilidad y debemos saber cómo hacerla suprema.

Muchas veces nos reímos de las conductas de vida de los vegetarianos/veganos, cuando realmente son los que abogan por un modelo de consumo mucho más saludable y responsable con el medio ambiente. Frecuentan el consumo de productos de origen vegetal más que ningún otro grupo de población, y priorizan las materias primas locales y de temporada para disminuir el impacto medioambiental de los alimentos que consumen. Son dignos de alabar y debemos tomar ejemplo de ellos en muchas de las cosas que hacen.

Por eso, no te limites únicamente al peso. No pienses en hacer una dieta que empieza ahora y acabará cuando logres bajar de peso (¿y luego qué?). Haz por cambiar tu entorno, aprende a llevar hábitos de vida más saludables e incúlcaselos a tu familia, y que tu familia lo ponga en práctica. Si hacemos las cosas bien, perderemos peso, pero además ganaremos en salud lo que nunca llegamos a imaginar.

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