No sé si el brócoli me gusta, pero voy a probar esas galletas


en categoría Salud, Ciencia y Divulgacion


Una buena manera de empezar a cambiar hábitos, costumbres rutinarias que necesitamos corregir por las circunstancias que sean, es empezar a probar a "hacer cosas nuevas". Esto es algo que no solo es aplicable al campo de la nutrición y la dietética, sino que es algo extrapolable a cualquier circunstancia que se nos presente en la vida. A veces, por comodidad o simplemente por desgana pecamos de no empezar a hacer algunos cambios en la manera de hacer las cosas que a diario tenemos que hacer.

Un ejemplo claro lo tenemos en la forma de alimentarnos. Comer es una actividad que por necesidad tenemos que hacer varias veces al día, y no cualquier forma de alimentarse se puede considerar como sana, correcta, compatible con un estilo de vida saludable. Ojalá fuera algo tan sencillo como comer snacks de bolsa entre horas, beber refrescos y liarse a bocados con el embutido y el pan blanco con la cerveza al lado. Pero la realidad es la que es, y hay alimentos buenos y alimentos malos para nuestra salud, y no hay más. Aunque no me guste hablar de "calorías", 200 calorías de brócoli, zanahoria, manzana... no son lo mismo que 200 calorías de refrescos, bollos, galletas... Claro, esto choca de frente con los argumentos que muy a menudo estamos acostumbrados a escuchar/ver/leer en revistas, paneles y spots publicitarios, que suelen ser siempre del estilo de "no te preocupes por lo que comes, hay que comer de todo", "el alcohol con moderación es bueno para la salud, embriágate de salud con X", etc, etc, etc... No pretendo abrir una polémica con respecto a este tema, cada uno tiene un criterio propio para saber si algo es o no es de "sentido común". Solo advertir, mucha precaución con el tipo de fuentes que se visitan para consultar según qué información. Frecuentemente, y más aun en el campo de la nutrición humana y la dietética, llueven los "estudios" y consecuentes promociones publicitarias financiadas por alguna entidad perteneciente a alguna empresa (en este post hablo de ello), que utilizan la información obtenida para sacar provecho del producto que comercializan. Por eso, la educación nutricional es algo que debería instaurarse cuanto antes (al igual que otras muchas cosas, que en este país no están instauradas) a nivel de colegios e institutos, incluso para los padres y madres y personas adultas que necesiten informarse sobre cómo alimentarse y cómo llevar un estilo de vida saludable.

La cuestión es que hay una gran cantidad de información disponible, de muchas fuentes distintas que la gente no sabe interpretar, y esto es algo que causa confusión y desconcierto. Hay madres y padres que les mandan a sus hijos al cole un zumo con unas galletas, creyendo que de esa manera contribuyen a mantener en buen estado su salud. Pero claro, esto es el resultado del gran trabajo que hace la Industria Alimentaria con sus inversiones en publicidad y asesores de marketing (muy buenos, por cierto). 

Pero, también es cierto que muchas veces es culpa nuestra. No podemos escusarnos siempre achacándole la culpa a otros (que la tienen). En algunas (muchas) cosas los responsables somos nosotros. Los niños no entran en este saco, ellos no tienen culpa, se comen lo que están acostumbrados a comer desde que tienen la habilidad de la memoria algo más desarrollada, que les permite recordar lo que se les ha inculcado que tienen que comer. Sin duda, para mí la mayor responsabilidad recae sobres los padres. Vosotros, papás y mamás sois los que os tenéis que preocupar por saber qué alimentos son o no son aconsejables para vuestros hijos, divagad, preguntad, consultad varias fuentes y extraed vuestras propias conclusiones, como todo en la vida. Toméis la decisión que toméis, seguro que es mejor que la primera opción (la de dejadez, comodidad) de mandarle un zumo con un bollicao al cole. Así no, porfavor.

Los niños son eso, niños, y como niños están en la edad de aprender todo lo que ven, imitar todo tipo de acciones de sus referentes, que principalmente sois vosotros. Acostumbradles a comer fruta, hacedles saber (adaptándolo a su lógica) que la verdura es algo más que eso que se comen los conejos, hacedles partícipes en la cocina en la elaboración de platos que incluyan alimentos saludables... De esa manera no será necesario reeducarlos cuando sean personas adultas, porque ya estarán educados y sabrán los hábitos que han de integrar en sus vidas.

Muchas veces el proceso de aprendizaje está condicionado por la costumbre de "probar". Hay que probar cosas nuevas, indagar, descrubir nuevas percepciones. Esto es algo que los niños por sí solos suelen hacer (sobre todo cuando son muy peques), se llevan todo a la boca, todo lo tocan, todo les causa curiosidad. Pero a la hora de comer, los responsables de los críos no propiciamos un ambiente de aprendizaje. O bueno, sí que lo hacemos, pero sin favorecer el entorno de elección. Es decir, ponemos a su alcance alimentos poco o nada recomendables, que suelen ser chuches, galletas, zumos, bollos, snacks de bolsa, refrescos... que bueno, para el que no lo sepa a estas alturas, son alimentos que incluyen materias primas de mala calidad, mucha sal, mucho azúcar... Pero claro, son muy baratos y están muy buenos, y vamos a lo cómodo. Tampoco quiero que se me mal interprete, y con esto de "probar" entendáis necesario probar cosas que el sentido común de cualquier persona normal rechazaría hacer, por cuestiones más que evidentes (fumar, beber alcohol, drogas...). Vosotros me entendéis.

Distinto sería si pusiéramos a su alcance alimentos más sanos, más recomendables para su salud. Jugar con las frutas y las verduras, integrarlas en los platos de forma que ellos sean conscientes de que son eso, frutas y verduras, y que están muy ricas. No va a costar ningún trabajo si se hace desde un principio, puesto que como ya hemos dicho son niños, y ellos arraigan a esas edades unas costumbres más o menos estables en el tiempo, que no les costarán mantener. Y conforme vayan ganando en conocimientos y sensatez, conforme vayan creciendo y vayan siendo conscientes de lo que sí y lo que no les conviene, menos todavía.

Nos queda mucho camino por recorrer, pero si lo hacemos todos juntos y colaboramos podremos ir consiguiendo resultados que minimicen el impacto tan brutal que está teniendo la política de juego de la Industria Alimentaria y las consecuencias que sobre nuestra salud están repercutiendo, de forma tan nefasta que si no enmendamos la situación lograremos tener una sociedad obesa, enferma, carente de sentido común y sin herramientas para enmendar su situación.

 

 

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